domingo, 25 de octubre de 2009

Cuenta la leyenda...... es este caso es un cuento del "GABO".




ESPANTOS DE AGOSTO



Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas
buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de
principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que
supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas
inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses
sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde
estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le
contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.
—Menos mal —dijo ella—porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su
credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos de
conocer un fantasma de cuerpo presente.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un
comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos
había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de
sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y
cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza
florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casa
encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos
hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su
humor caribe que ninguno de tantos era el mas insigne de Arezzo.
—El mas grande —sentenció —fue Ludovico.
Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había
construido aquel castillo de su desgracia, y de quién Miguel nos habló durante todo
el almuerzo. Nos hablo de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte
espantosa. Nos contó como fue que en un instante de locura del corazón había
apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra
sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos
aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico
deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su
purgatorio de amor.
El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estomago
lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma
como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos
que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de
mudanza de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta
baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e
instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde
habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la mas usada en el curso
de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningun carácter, con muebles de
diferente épocas abandonados a su suerte. Pero en la ultima se conservaba una
habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio
de Ludovico.
Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y
el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca
de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el ultimo
leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato de
óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros
florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que
mas me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin
explicación posible en el ámbito del dormitorio.
Los días del verano eran largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se
mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el
castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de
Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café
bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger !
las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.
Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron
unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos.
Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los
lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos
tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir.
Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de
decirles que no.
Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio
de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados
y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los
doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia
pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos
muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un
sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba
en el mar apacible de los inocentes. «Qué tontería —me dije—, que alguien siga
creyendo en fantasmas por estos tiempos». Sólo entonces me estremeció el olor de
fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño
convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos
antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde
nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la
cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía
caliente de su cama maldita
.

Octubre 1980.
Gabriel Garcia Marquez
Extraños peregrinos: Doce Cuentos.
En lo personal, (no es muy grato decirlo, pues me apena) no tengo el habito de leer, por lo mismo me hecho el propósito de hacerlo; este libro me lo regalaron, un compañero de trabajo un 30 de Octubre (cumpleaños mio) hace 3 años, este tiempo ha pasado y no lo he terminado de leer. Es muy bueno es un libro con doce historia unas pequeñas y otras no tanto, muy digerible, es una lectura, considero, muy ligth, como para matar el tiempo haciendo algo de provecho, que mejor que leyendo un libro.
Deseenme éxito en mi empresa de terminar este libro.
Salu2!!!!

7 comentarios:

  1. Me pareció interesante y aunque ni al caso... casi pude olor esas fresas (se me antojaron).

    Te confieso que aunque abogo por la lectura padezco del mismo mal, casi no tengo tiempo y cuando me lo doy... me cuesta un poco sin embargo no dejo de intentarlo como propósito poco a poco.

    Haste el compromiso de aunque sea por una página diaria tengas que leer y le iras tomando gusto.

    Un abrazo!

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  2. gracias kara por tus comentarios, y por visitar este tu blog..... como te habras dado cuenta, soy nuevo en esto y no tengo muchos lectores......

    bye

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  3. asi es mi querido amigo, no hay de otra mas que leer hasta que se haga costumbre..... espero te encuentres bien.....
    cuidese señor y estamos en contacto

    gracias R

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  4. Hola!

    Gracias por pasar en mi blog de vuelta!
    Es mismo muy dulce!
    Sobre la pregunta, sólo tengo las Ugg e el otra de Burberry!
    Me encantan las botas...siempre quiero una nueva!

    Muchos besos y hasta luego!!

    Kira

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  5. Hey!!!!

    Quien cumple años hoy?

    Donde serà el pastel?

    Deseo que en este dìa te la sigas pasando de lo mejor amigo y que todos tus deseos que hoy pidas se cumplan.

    ¡Muchas felicidades!

    Un muy fuerte abrazo!

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